Lo que verdaderamente eres es el puro Ser.
El Ser es perfecto, completamente puro, inmutable, sereno e inmortal.
No cambia porque no tiene partes, rasgos ni nada concreto que se pueda definir.
Es indefinible porque sólo se puede definir lo limitado (definir es marcar límites),
pero el Ser es ilimitado.
No se ve tampoco afectado por el espacio, el tiempo o las ilusiones.
Nada externo puede afectarle, pues no existe nada externo al Ser.
Nada interno puede afectarle, pues es perfecto
y no contiene partes, sino que es completo e íntegro en una sola "pieza" —Uno Mismo.
No es concreto, sino completamente abstracto —sin rasgos, sin límites, sin forma.
En otro sentido, no es abstracto (en el sentido de ambiguo o irreal)
sino que es lo más concreto que existe (en el sentido de que es el único Hecho: totalmente real).
La sensación de total realidad pertenece únicamente al Ser.
La sensación de realidad de las cosas mundanas es simplemente un reflejo minúsculo y apagado de la verdadera e infinitamente intensa realidad del Ser.