El mundo no te causa nada a ti, ni bueno ni malo.
Eres tú —tus pensamientos y creencias— quien eres la causa
de lo que percibes en el mundo, e incluso del espejismo de que existe un mundo.
Cuando crees que eres una persona o un cuerpo,
crees ser el efecto o víctima de lo que te hace el mundo a ti.
Pero cuando sueltas la creencia de ser una entidad limitada
el mundo va perdiendo importancia en tu mente
hasta que finalmente desaparece por completo.
Eres causa, no efecto. Eres eterno, no mortal.
Eres mente/conciencia invulnerable, no un cuerpo mortal.