Recuerda que no has de buscar directamente a Dios.
Basta con que permitas surgir a tu conciencia
los pensamientos y sentimientos oscuros,
cada miedo, enfado y preocupación,
observándolos sin juzgar nada de ello,
lo que equivale a ofrecérselos al Guía interior.
Observar lo oscuro, sin juzgarlo, sin temerlo,
permite que toda esa oscuridad ilusoria sea soltada.
No temas al miedo, simplemente obsérvalo.
Así se revela finalmente el puro Amor de Dios,
una vez que la purificación ha finalizado.
Cada paso de este proceso es beneficioso.
Cada ladrillo que permites que sea retirado
contribuye a que el aparente obstáculo se deshaga.
Recibirás muchas satisfacciones en el camino
y encontrarás muchas señales y momentos de paz
a medida que sigues retirando los ladrillos del velo.
Aun así, recuerda que la paz solo será constante
cuando el proceso purificador haya finalizado.
La paz es siempre constante,
pero nuestra experiencia de ella
depende de dejar de autosabotearnos.
Eso implica deshacer el velo ilusorio
que nosotros mismos creímos haber levantado.
Esto puede lograrse pasito a pasito,
sin prisas pero sin pausa,
permitiendo que la aparente oscuridad
suba hasta nuestra experiencia consciente
y, una vez ahí, la perdonemos con tranquilidad
al simplemente observarla sin juicio,
de la Mano del Espíritu que nos guía interiormente.