Todo disgusto, problema y malestar es ilusorio.
El sufrimiento es ilusorio.
Es como cuando el niño que está acostado en la cama
cree ver un monstruo acechando en la penumbra de su dormitorio
y resulta que en realidad era el perchero, o una sombra en la pared
proyectada por la débil luz que entraba por la ventana.
Cuando se enciende buena luz en el cuarto,
el niño ve que el monstruo no era nada
y entonces ríe tranquilo y consigue descansar.
De igual modo, es nuestra percepción —basada en nuestras creencias—
la que produce la impresión de que hay problemas o dificultades;
pero cuando miramos las cosas tal como son, sin juzgarlas,
el problema y el miedo desaparecen, dejando su sitio a la paz.